En América Latina, los pequeños y medianos productores enfrentan desafíos crecientes asociados al cambio climático, la degradación del suelo, la variabilidad hídrica y la necesidad de aumentar la productividad sin comprometer los recursos naturales. Ante este escenario, la agricultura de precisión se presenta como una estrategia viable para mejorar la eficiencia del uso de insumos, reducir impactos ambientales y tomar decisiones basadas en datos.
Tecnologías como el LiDAR (Light Detection and Ranging) y los sensores remotos permiten generar información detallada sobre la topografía, la estructura del cultivo, la humedad del suelo y otros factores clave. Sin embargo, su verdadero valor se potencia cuando estos datos se integran en plataformas de Sistemas de Información Geográfica (SIG), facilitando análisis espaciales que pueden guiar decisiones localizadas a escala de parcela.