Las experiencias emocionales y sociales de la infancia son claves e influyen bastante en el desarrollo de la persona en su adultez, ya que si se ha criado en un entorno seguro y con buenas relaciones afectivas favorece y fomenta el buen desarrollo de estas. Sin embargo, alguien que ha crecido en un entorno mas descuidado, poco saludable, poco seguro y con lazos no afectivos, en el que por consecuente ha llegado a conciliar traumas, es algo que en la adultez le va a repercutir de manera negativa y duradera en su salud mental y relaciones sociales. Todo ello, implica que es necesario intervenir a una edad temprana en estos casos de vulnerabilidad, para eliminar los efectos negativos en la vida futura del menor, dando lugar a un buen desarrollo tanto emocional como social.
Podemos ver que diferentes experencias traumaticas que se ha tenido a lo largo de la infancia puede aparecer en la vida adulta en forma de complicaciones en la salud mental, tales como la dificultad para reaccionar a formas de estrés normales, el aparecimiento de síndromes o enfermedades mentales como la ansiedad, estrés post traumático, depresión, desórdenes alimenticios y más. En gran parte de los países, ciudades, pueblos, los niños
que sufren de aspectos y factores como violencia, guerras, destrucción, miedo, no son atendidos en la infancia y cuando llegan a la adultez sufren por las consecuencias de haber vivido traumas peligrosos para su vida. El miedo en los niños puede ocasionar que permanezcan en modo supervivencia por años si no son tratados con un psicólogo o
psiquiatra dependiendo de su condición y aspectos que hayan vivido.
Lo que vivimos en la infancia influye en nuestro desarrollo. En la infancia tenemos plasticidad cerebral, nuestro cerebro es como una esponja que absorbe todo lo que sucede a nuestro alrededor, por ello si hemos tenido una infancia en la que nuestros familiares, amistades y personas de nuestro entorno han tenido contacto y unas vivencias ricas, es decir, estabilidad emocional, confianza, respeto, etc, es más probable que tengamos un desarrollo positivo en nuestra adultez tanto en el desarrollo emocional como social, ya que seremos más extrovertidos al tener esa confianza y autoestima. También puede suceder lo contrario si en la infancia ha existido inestabilidad, la adolescencia o adultez se verá afectada, y es entonces cuando habrá que trabajar con las dificultades que esto puede conllevar en el desarrollo emocional y social, por ejemplo, tendremos menos confianza en nosotros mismos, no sabremos expresar nuestros sentimientos o nos daría miedo hacerlo.