La deforestación y el cambio climático están estrechamente interrelacionados en un ciclo que se retroalimenta y agrava mutuamente. Al talar o quemar bosques, se libera a la atmósfera el carbono almacenado en los árboles, especialmente en forma de dióxido de carbono (CO₂), un gas de efecto invernadero que contribuye significativamente al calentamiento global. Además, la eliminación de la cubierta forestal reduce la capacidad del planeta para absorber CO₂, ya que los bosques actúan como sumideros de carbono. Se estima que la deforestación tropical representa aproximadamente el 11% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero a nivel mundial, una cifra comparable a las emisiones de todos los vehículos del mundo combinados.
La deforestación contribuye significativamente al cambio climático al liberar CO₂, eliminar sumideros de carbono y alterar los sistemas naturales que regulan el clima. Proteger y restaurar los bosques es una de las estrategias más efectivas para combatir el cambio climático.
La deforestación contribuye al cambio climático porque al talar árboles se libera dióxido de carbono (CO₂) y se pierde la capacidad de absorberlo. Esto aumenta el calentamiento global y agrava los efectos del cambio climático.
La deforestación libera grandes cantidades de CO₂ almacenado en los árboles y reduce la capacidad de los bosques para absorber este gas, lo que aumenta el efecto invernadero. Además, altera el ciclo del agua y contribuye al calentamiento global.